A finales de marzo de este año, el presidente francés Emmanuel Macron se presentó en el Collège de France de París para expresar su deseo de que Francia se convirtiera en una potencia mundial en el campo de la inteligencia artificial. El acto político recogía toda la grandiosidad de la que es susceptible la retórica republicana. Y así establecía a la vez un objetivo y un deseo políticos, reclamaba el futuro como el campo de acción de la política entendida como el puente que conecta lo que la comunidad política es –sus limitaciones, posibilidades y anhelos– con lo que quiere ser. En este caso, nada más humano que este acto de conquista del territorio del futuro por medio de la dominación política del Estado –el presupuesto, la educación, la declaración de intenciones–, de aquello que es sinónimo del futuro: la tecnología. Nunca hasta ese momento la utopía de la inteligencia artificial había sido despojada de sus atributos mágicos y apocalípticos de manera tan sencilla: por medio de una declaración política.
La nacionalización de la estrategia en torno a la inteligencia artificial. Estado, política y futuro
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